El segmento de los vinos y bebidas sin o con bajo contenido de alcohol (No/Low) progresa rápidamente, impulsado por nuevas expectativas de consumo. Detrás de este entusiasmo, se impone un desafío técnico: estas matrices son mucho más sensibles que los vinos “clásicos” al gusto a corcho (TCA) y a las desviaciones oxidativas. Preservar la frescura y la constancia sensorial no es opcional: todo depende de la elección del cierre y del control del oxígeno desde el embotellado.

TCA: un umbral de percepción… 50 veces más bajo

El 2,4,6-tricloroanisol (TCA), molécula responsable del gusto a corcho, es el enemigo de los vinos, pero aún más de los vinos No/Low. Según la bibliografía, el TCA presenta un umbral de detección entre 1,4 ng/L y 4 ng/L en un vino. En una solución acuosa, similar a un producto No/Low, el umbral puede bajar hasta 50 veces, es decir, hasta 0,03 ng/L. En otras palabras, una traza imperceptible en un vino tradicional puede ser suficiente para alterar completamente un vino desalcoholizado. Los productos No/Low no toleran ninguna traza de TCA, lo que justifica la eliminación estratégica del corcho como opción de taponado para esta categoría.

Oxidación: una vulnerabilidad estructural de los No/Low

La reducción (o ausencia) de etanol confiere a los productos No/Low una sensibilidad particular frente a la oxidación. En un vino clásico, el etanol es un objetivo prioritario de los radicales hidroxilo generados por las reacciones de oxidación. Cuando está poco presente, estos radicales atacan otros compuestos como los polifenoles, lo que provoca un pardeamiento acelerado. Del mismo modo, ciertos marcadores de oxidación podrían volverse perceptibles a dosis más bajas en un medio con bajo contenido alcohólico: por ejemplo, el metional se detecta en torno a 0,2 µg/L en agua frente a 0,5 µg/L en vino. La consecuencia es clara: solo una permeabilidad de cierre muy baja, combinada con un control riguroso del oxígeno en el embotellado, permite preservar la integridad aromática de los productos No/Low.

El punto crítico oculto: el oxígeno del espacio de cabeza (HSO) en el embotellado

La cantidad de oxígeno introducida en la botella en el momento del embotellado, denominada TPO (Total Package Oxygen), proviene de dos fuentes: el oxígeno disuelto en el vino y el oxígeno del espacio de cabeza (HSO), contenido en el espacio gaseoso del cuello entre el vino y el obturador. En más de 5.000 mediciones realizadas con el Nomasense O₂, el HSO medio observado fue de ~0,84 mg/L con un tapón cilíndrico frente a ~3,94 mg/L con una cápsula de rosca. Son ~3 mg adicionales de oxígeno introducidos en el embotellado con cápsulas, lo que equivale a unos tres años de conservación “consumidos” desde el embotellado, si se considera una permeabilidad media anual de ~1 mg/botella. Este exceso de HSO expone inmediatamente a un producto No/Low a un mayor riesgo de oxidación.

Permeabilidad baja: el último recurso indispensable

Diseñado para vinos y bebidas No/Low, NOMACORC nolow ofrece una doble protección frente a la oxidación: una permeabilidad muy baja y la ausencia de desorción. Como referencia, gracias a la ausencia de desorción, el aporte de oxígeno durante el primer año de conservación es el más bajo del mercado de tapones cilíndricos, con un aporte de ~0,7 mg, mientras que los microaglomerados liberan entre 1,5 y 2 mg, además de exponer los vinos al riesgo de TCA. Más allá del primer año, NOMACORC nolow ofrece una permeabilidad anual muy baja y estable, en torno a 0,6 mg O₂/año.

Lo esencial para la categoría No/Low

Para proteger un producto No/Low, hay que eliminar la fuente de TCA y controlar el oxígeno en dos momentos clave: en el embotellado y a lo largo del tiempo mediante el cierre. Combinando cero TCA, permeabilidad mínima y bajo HSO, NOMACORC nolow ofrece la solución técnica más segura para preservar el perfil aromático sensible de los vinos y bebidas No/Low.